Del instituto a la universidad
Con sus mejores alumnos, Fernando empezó a hacer una suerte de semillero, les daba libros para que se capaciten y acceso a las computadoras para que practiquen. Así empezaron a dar clases y también servicios a empresas para temas de planillas o inventarios.
Obtener la licencia para el instituto les tomó cuatro años. En ese momento había una ley de institutos, pero no permitían a uno constituirse como empresa sino como una asociación civil o promotora educativa.
Tras cumplir con todo el proceso y los requerimientos, Fernando solicitó su resolución para poder operar como instituto, pues estaban tardando más de lo usual. “El debido proceso había demorado y estando muy cerca de obtener la licencia, nos damos con la sorpresa que habían cambiado al director encargado, otra vez se tenía que pasar por revisión. Lamentablemente es poca la predictibilidad del gobierno, y lo hemos vivido a lo largo de nuestra vida empresarial”, resalta Barrios.
El instituto empezó a funcionar, los resultados se fueron dando desde los primeros años, había demanda. “Nos dimos cuenta que los estudiantes y sus familias necesitaban un centro de estudios con continuidad. En ese tiempo muchas universidades de provincia veían interrumpidas sus operaciones, los estudiantes no podían estudiar”.
Así Fernando junto con su equipo deciden empezar a armar el proyecto de la universidad. Proyecto que para esos años era un riesgo, pues, a decir de Fernando, la Ley Universitaria de entonces estipulaba que el gobierno de las universidades estaba en manos de la Asamblea Universitaria -compuesta por alumnos, egresados, profesores- que decidía sin importar quién la había creado. “Antes uno no tenía seguridad, podías crear la universidad pero luego te podían diluir. Ya luego cambia la norma y se podía actuar como gestores plenos”.
En 1996 finalmente se crea en Huancayo la Universidad Continental, con solo tres carreras y cerca de 100 estudiantes. Hoy cuentan con cerca de 75,000 alumnos como grupo educativo.
Los primeros años de la universidad fueron difíciles, tuvieron que aprender a sobrevivir casi una década con tres carreras y manejo algo limitado. Y es que, a decir de Barrios, el hoy extinto Consejo Nacional para la Autorización de Funcionamiento de Universidades (CONAFU) tardó por mucho en darle la resolución de funcionamiento definitivo pese a que habían pasado todas las evaluaciones, que en teoría demoraban cinco años. “En ese entonces la CONAFU te decía cuántas carreras debías tener, número de vacantes, hasta el monto de las pensiones, todo. Considero que tuvimos muchas trabas desde ahí, incluso para poder abrir sedes en otras locaciones”, recuerda Fernando.