La vida de Gastón Parisier es tal vez el mejor resumen de sus propias experiencias. Tiene 39 años y desde los 23 emprende. Su CV incluye escapadas que le despertaron nuevas ideas, adrenalina de la que surgió la creación de Big Box y hasta lugares increíbles en Europa donde, tras pagar un euro por vuelo para recorrer los destinos más disímiles, se inspiró para cofundar en la Argentina Flybondi, la primera low cost del país.
De chico soñaba con ser mago y fue discípulo del gran René Lavand. Estudió ingeniería porque buscaba hacer posible lo imposible y hasta tiene una frase que él mismo dice lo define: “Visión sin ejecución es pura alucinación”.
Por eso disfruta con cada proyecto realizado. Un vuelo en paracaídas lo sacó de su zona de confort y lo motivó a encarar un proyecto en el que ya emplea a 250 personas y vende un millón de experiencias por año.
Ahora busca convertirla en la mayor plataforma de la región y convive con dos de sus nuevas pasiones: ser piloto de avión y estar dentro del mundo del automovilismo. Parisier colabora con Franco Colapinto para cumplir el sueño del regreso de un piloto argentino a la Fórmula Uno después de 25 años. “Lo más importante que me dieron mis viejos fue no tener miedo a hacer”, describe en un nuevo capítulo del ciclo de “Hacedores que inspiran” de La Nación + EY. Es que el ADN emprendedor corre por sus venas. Su papá es Guido Parisier, exdueño del hotel Hermitage, exproductor cinematográfico e innovador serial. Su madre, Mónica, es arquitecta y presidenta de la filial local de Make a Wish, entidad que busca cumplir los deseos de niños y niñas con enfermedades graves que amenazan sus vidas y generar sonrisas en momentos de tristeza.
—¿Cómo te decidiste a ser emprendedor?
—Siempre fui muy curioso, de desafiar “lo normal”. Emprender no es lo normal en la Argentina. Creo también que el ADN familiar de las historias que escuché de mi viejo y de mi mamá me fueron llevando.
—De chico era la magia la que te desvelaba. Al punto que tu primera idea de negocio iba por ahí…
—Empecé a hacer magia como a los 12, 13 años y a los 15 estaba tomando clases con el gran René Lavand que fue una persona súper inspiradora. Ya en ese momento me enseñó que la magia va mucho más allá de la técnica y la prestidigitación. Era mucho más que la historia y el cuento y la conexión con la audiencia. Y lo recuerdo con muchísima emoción, porque también me enseñó que tenía que aprender magia como él la hacía, solamente con una mano, con la mano izquierda que es mi mano inhábil. ¿Y sabés lo que era mezclar un mazo de cartas así? Pero bueno, la verdad es que tengo recuerdos increíbles y sin duda fue una parte fundamental del camino.
—Sin embargo, al momento de estudiar una carrera te decidiste por ingeniero industrial. ¿Por qué?
—El componente entre el mago y el ingeniero está mucho más conectado de lo que parece. Porque la magia es, en el inconsciente colectivo, hacer cosas imposibles. Y creo que las mayores y mejores obras de ingeniería son imposibles. No se puede creer lo que está pasando con los cohetes de Elon Musk, parece magia, al igual que poblar Marte. Y detrás de todo esto que parece mágico en realidad hay técnica y proceso. Hay estudios. Y para ser un gran mago hay muchísimo de estudio, muchísimo de técnica y muchísimo proceso para lograr un producto que parece imposible, pero no lo es.
—También querías descubrir los trucos como ingeniero…
—Sí, y quería inventar mis propios trucos y las técnicas detrás, porque en la magia con pocas técnicas podés hacer muchísimos juegos. De hecho, hay diez, quince, veinte técnicas que son las más importantes y a partir de ahí cada uno cuenta su historia. O sea, desaparecer y aparecer es la misma técnica, pero cada uno la cuenta como la quiere contar.
—Ahí aparece la vinculación con el hoy y con tu emprendimiento Big Box.
—El ADN de Big Box es el arte de sorprender. Regalar es el arte de sorprender y el momento mágico en la jerga del emprendedurismo es el momento ¡Wow! cuando una app funciona. Cuando el paquete de Mercado Libre llega en menos de tantas horas. Es decir, existe un gran punto en común en algo que parece magia pero que en realidad hubo un gran trabajo para lograrlo.
—Un salto en paracaídas terminó por decirte “es por acá”
—Era mi cumpleaños y un amigo me dijo: “Te voy a hacer un regalo distinto”. Fui manejando hasta Lobos y ahí me contó: “Vamos a saltar en paracaídas”. Fue curioso. Tenía pánico a volar en ese momento y decía. ¿Por qué voy a saltar de un avión que funciona perfectamente bien? O sea, no tiene ningún sentido. Y así todo creo que fue una de las semillas que me enseñó que regalar experiencias inspira a vivir al máximo y a descubrir nuevas emociones y nuevas pasiones.
—Y de pronto ahora querés volar
—(Se ríe) Hace menos de un año me regalaron mi primera hora de vuelo en el curso de piloto privado de avión y ahora estoy obsesionado con tener la licencia. Es un nuevo ejemplo de que regalar una experiencia te abre un mundo que no sabés adonde termina. El valor de entender que lo único que nos vamos a llevar de este mundo son los momentos es el corazón de esta compañía.
—¿Cómo fue el día que vos pensaste “es por acá”?
—Recibo el regalo de mi amigo, vi que había un modelo de negocios sólido en Europa y en su momento me dije: "Vamos por la Argentina" y después uno va recreando su visión y terminó siendo América Latina, pero lo que entendía es que había una oportunidad de entrar en un mercado que es aburrido, donde hay una desconexión enorme entre el que regala y el que recibe, porque el que regala quiere hacer un regalo espectacular, pero al final, en muchos casos mucho no conocés a la otra persona y en general te dicen si querés ticket de cambio. O sea, eso ya te muestra dónde está el problema. Es un mercado gigantesco y ahí surgió la idea de por qué no hacemos un regalo que tenga múltiples opciones de experiencias para elegir y que la persona que lo reciba decida dónde usarlo. Vos lo único que tenés que saber es un poco más o menos lo que le gusta: la gastronomía, la aventura, viajar, le encanta hacerse tratamientos de estética, lo que sea.
—De noviembre de 2009 en que arrancaste con tu empresa a hoy ¿Cómo fue la evolución?
—Hoy hay una plataforma que es mucho más que regalos y a eso te van llevando un poco los avances tecnológicos también. Cuando empezamos la compañía no existía Instagram, no existían las apps. El iPhone se lanzó un par de años después.
—Al principio fue todo a pulmón
—Lo inicial era conseguir el inventario de experiencias. Hoy tenemos más de 5000 en los mercados en los que operamos. El punto inicial cuando empezamos era convencer a toda esa red de prestadores que estábamos armando este proyecto y tuvimos un cliente muy importante que en ese momento nos dijo “necesito que tengan cobertura en todo el país”. Íbamos en auto, yo me tomé un avión a Jujuy, iba manejando por el norte, bajando mi amigo por el sur del país, íbamos firmando acuerdos y lo que necesitábamos era completar ese inventario de experiencias en todo el país. Pero lo más gracioso es que habíamos dicho que ya lo teníamos y teníamos necesidad de ir a cerrar esos acuerdos contrarreloj.
—¿Qué hace distinta a una compañía de otra para vos?
—Las compañías tienen que tener un propósito. Por qué existís. O sea, nosotros tenemos 250 personas y queremos que todos crean que regalar experiencias inspira a vivir la vida al máximo y le da a la gente algo que vivimos en un mundo que es lo único que no hay: tiempo. Ya tenemos filiales en Chile, en Perú, en Uruguay, en México, en la Argentina. Y después damos servicios en Colombia y en Brasil.
—¿Cuál es tu sueño más grande?
—Nosotros queremos ser la plataforma de regalos de experiencias más grande de América Latina, pero también vemos una oportunidad enorme para ser proveedores de experiencias en un montón de canales donde hay oportunidades. Por ejemplo, en el mensaje del turismo es muy fácil reservar un auto, es muy, pero muy fácil comprar un ticket de avión, es muy, muy fácil reservar un hotel. No es tan fácil saber qué salto en paracaídas hacer. Vemos la oportunidad de usar todo nuestro inventario curado y distribuirlo en distintos canales para que esa experiencia turística sea mucho mejor.
—También sos uno de los cofundadores de Flybondi, la primera aerolínea low cost local. ¿Cómo fue el origen?
—Bueno, más que un negocio, inicialmente era un proyecto, porque estábamos cursando una materia del último año de ingeniería que se llamaba Proyectos de inversión. Luego de hacer un intercambio en Francia (N de R: en 2007 por un acuerdo entre el ITBA y el INSA de Lyon), allá nos conectábamos a Internet y veíamos a dónde se podía volar por un euro. Era la obsesión nuestra irnos el viernes a la tarde y volver el domingo y conocer y viajar por un euro, pagar tasas. La Easy Jet o la Ryan Air de la Argentina hay que armarla. Y cuando llegué acá en la Argentina y había que armar un proyecto de inversión para recibirme de ingeniero, dije lo que hay que armar es una aerolínea de bajo costo, una low cost. Tuve mucho, muchísimo apoyo del jefe de cátedra y el profesor de la materia proyectos de inversión del ITBA, que creo que me impulsaron con un “vos lo podés hacer”.
—¿Y entonces?
—Como todo emprendedor dije: "Bueno, esto lo voy a hacer" y esas fueron las raíces de Flybondi. Tenía otro nombre, Bondi estaba. Se llamaba Air Bondi, que para mí era obvio porque era Airbus en “argentino”. O sea, ¿por qué el fabricante más grande de aviones se puede llamar Airbus y nosotros no podemos tener una línea aérea con ese nombre? Y después, años más tarde, una agencia de publicidad dijo: "Doña Rosa no va a poder escribir 'Air', va a escribir otra cosa". Y digo "Me da lo mismo. Lo importante es bondi. Me encanta la aviación".
—¿Y cómo es que Flybondi pasa de esa tesis a ser vos cofundador de esta línea aérea?
—Bueno, quise llevar el sueño a la realidad. Quería hacerlo con alguien que tenía experiencia en la industria y en ese momento me asocié con una persona que venía de Suiza, que había fundado una aerolínea allí y juntos llevamos adelante el proceso de levantar capital y de solicitar las rutas, la audiencia pública y todo lo que fue el proceso de la línea y después entraron capitales extranjeros, socios nuevos y la compañía es lo que hoy conocés y verla es saber que los sueños se hacen realidad.
—¿Y qué lecciones te quedan?
—Que tenés que soñar, soñar lo más grande posible, que la vida te va a sorprender y se va a llevar a cabo. Que hay sueños que son imparables, que tienen vida propia porque la historia es muy cambiante. Desde la facultad al primer vuelo de Flybondi en 2017 pasó de todo: hubo un gobierno que dijo: "Acá nunca jamás en la historia de la humanidad va a haber un competidor de Aerolíneas Argentinas". Hubo otro gobierno que dijo: "Cielos abiertos, vengan todos a invertir acá en un sector que requiere inversión". Hubo otro gobierno que además de clausurar una parte importantísima del proyecto, tuvo una pandemia de por medio, y ahora tenemos un nuevo gobierno que nuevamente tiene una visión distinta del sector.
A toda velocidad
—¿En qué momento se cruza tu camino con el de Franco Colapinto, que es uno de los hombres con más futuro en el automovilismo global?
—Es una historia increíble. Conocí a Franco y a su equipo este año porque estaba buscando patrocinadores para empezar su 2024 en Fórmula Dos y potencialmente en Fórmula Uno. La verdad es que yo desconocía por completo la disciplina. Me gustan los autos pero hasta ahí llegaba. De curioso le propuse a su equipo: "Si me lo permitís, quiero ir a ver el inicio de la temporada en Bahréin" y subí a un avión, conecté Madrid, Doha, Bahréin. Llego y me acuerdo como si fuese hoy corriendo porque empezaban su práctica y después su “quali”. Cuando llego al circuito, María, que es su manager, me pone los auriculares para escuchar su comunicación por radio. Me pasa el auto a 300 kilómetros por hora por mis narices y me puso la piel de gallina. Dije: “Acá hay una experiencia inolvidable”.
—¿Por qué?
—Eso ocurre cuando algo que uno hasta ese momento desconocía y nos hace vibrar. De ahí en más esa historia se convirtió en una plataforma para ayudarlo a él y a su equipo a tener más patrocinadores y a contar lo que estoy contando y yo siempre digo de automovilismo no puedo hablar y no quiero hablar, pero sí puedo hablar de un joven soñador con un sueño enorme, que es volver a tener un argentino en la Fórmula Uno después de 25 años. El esfuerzo a muy temprana edad en algo que es extremadamente riesgoso…es súper inspirador. Bueno, y se armó un grupo de emprendedores amigos, inicialmente los chicos de Globant, que fueron los primeros en apostar por Franco, fueron los que lo pusieron en eje en el empresariado argentino. A su vez él es muy amigo de Bizarrap, a quien Fede Lauría (creador de la empresa de showbiz Dale Play) ayudó muchísimo. Es como el mejor emprendedor que conocí en mi vida. Es increíble la pasión que tienen los argentinos por el automovilismo. Nosotros somos pasión.
—¿Y eso qué genera?
—Tenemos que tener un vertical de automovilismo, tenemos que poder ofrecer experiencias de automovilismo a lo largo y a lo ancho del país. Y este tiene que ser el punto inicial. Así que entramos en un mundo espectacular que está dando sus frutos y ojalá que su sueño se cumpla.
El día en que su vida se paralizó
Gastón Parisier es sinónimo de movimiento. Sin embargo, un día se despertó y no sentía un dedo del pie. Su intuición le decía que era algo grave. Era un domingo y el lunes viajaba a Bariloche. Se fue a atender al FLENI, le hicieron un test y le dijeron que no tenía nada. Al menos no lo habían detectado en ese momento. En medio de la noche no sintió el otro dedo del pie, simétrico al primero, en el que había perdido reacción. Pero su miedo inicial rápidamente se convirtió en realidad. La pesadilla se extendió entre mayo y julio de 2023.
“El jueves ya no sentía absolutamente nada, estaba totalmente paralizado, con una incertidumbre enorme”, recuerda. Y agrega: “Para entonces el médico me dijo que lo que fuera que me estuviera pasando no era bueno ni se iba a resolver rápido. El tiempo se frenó”.
A Parisier se le vienen muchas imágenes de entonces. Sus amigos diciéndole que estaba estresado y que tenía que vivir más lento. “Sólo podía mover los ojos de la cara. Todo se me apagaba: los brazos, las manos, todo”, agrega quien ya está curado del síndrome de Guillain-Barre, una enfermedad muy poco frecuente que después de los tratamientos contra el COVID se empezó a leer con cierta frecuencia en varias noticias. “Hoy puedo contar esos días de tremendo sufrimiento con humor porque lo veo como una película, porque me pude recuperar, estoy con más fuerza y más energía que nunca. Porque de alguna manera te pone todo en orden, te pone las cosas en su lugar”, reflexiona quien hoy define a su familia como su centro.
—¿A qué te referís concretamente?
—Al principio trataba de decirme que había sido culpa mía porque mi cuerpo estaba más débil y permití que le pasaran cosas. Pero no. No hay que torturarse. Hice un trabajo muy grande con los médicos para entender que era un tema en la sangre y que se curaba. Pero todo fue paso a paso. Volví a aprender a caminar, tenía que hacer pan y queso, mantener el equilibrio, recordar todo lo importante desde fojas cero. Casi como un volver a empezar.
—¿Qué lugar le das al miedo?
—Creo que es difícil definir el miedo si lo pensás. Tenemos miedo a morir o miedo a que le pase algo a alguien que amamos. Si mi corazón me late rápido, tengo ansiedad, tengo angustia. ¿Pero qué es el miedo? Yo, como te digo, para mí hay que lograr que las cosas estén en perspectiva. Poder dedicarte a lo que amás, siempre. Sí al final, la vida es corta. Creo que escuché esa frase y la idea de disfrutar de boca de mi papá desde el día que nací. Y la verdad, la llevo también a la práctica.