En los últimos días tuvo difusión un intercambio de palabras entre los primeros mandatarios de nuestro país y Uruguay sobre el lastre que supone algún país miembro para el resto de conjunto que conforma el Mercosur.
Según la Real Academia Española existen dos significados particulares para la palabra lastre: “Material pesado, como arena o agua, con que se cargan una embarcación o globo aerostático para aumentar su peso, y que al ser soltado les hacen ganar ligereza”. La segunda acepción dice: “Persona o cosa que detiene o entorpece algo”.
No es motivo de esta columna opinar sobre la discusión mantenida en el seno de aquel organismo. Pero sí es importante marcar que esta palabra también explica la situación actual de nuestro sistema tributario y sobre todo, el resultado o la consecuencia inmediata. Argentina hoy carga un lastre tributario que hace difícil que el sector privado pueda funcionar adecuadamente. De hecho, y apelando al significado de la palabra, únicamente soltando parte de ese lastre la empresa privada podrá ganar ligereza. Utilizando la segunda acepción, el régimen tributario hoy detiene o entorpece el funcionamiento de la actividad privada.
Ya se ha escrito mucho sobre la numerosa cantidad de impuestos que gravan la actividad privada y que, al no estar coordinados adecuadamente, producen una erosión de rentabilidad que, en algunos casos, torna inviable el plan de negocios.
Pero ¿cuál es el motivo que genera este lastre tributario cada vez más difícil de transportar? Sin dudas, la primera explicación es el déficit fiscal de un Estado, o Estados en todos sus niveles, que no logra estabilizar sus cuentas. No obstante, paralelamente a la existencia de un déficit sostenido, se genera una consecuencia en la actividad privada que agudiza el fenómeno. A mayor lastre tributario sobre el sector formal de la economía, mayor informalidad.
Justamente, la coyuntura macro económica argentina nos encuentra en un escenario de recesión, inflación, presión tributaria record, niveles de pobreza del orden del 45% (y en aumento) y un gasto público que excede las posibilidades de financiamiento genuino.
Este escenario no permite, en el corto plazo, encarar una reforma tributaria que disminuya el nivel de recaudación. El objetivo de mediano y largo plazo debiera ser, sin dudas, la tendencia a reducir la presión fiscal que oprime al sector privado, pero debe encararse a lo largo de varios años mientras se generan los espacios para la reducción paralela del gasto público. La restricción presupuestaria planteada puede superarse si se logra articular una política tributaria que permita que un porcentaje del universo informal de contribuyentes comiencen a ser parte del sistema. Los incentivos más fuertes deberían estar en la generación de empleo vía reducción de impuestos de nómina y la promoción de las exportaciones. Un foco sistemático y sostenido en este aspecto puede lograr la generación de recursos fiscales adicionales que permitan reducir la presión fiscal general del régimen sobre aquellos contribuyentes que generan valor agregado y empleo genuino. Actualmente se estima que cerca del 40% de la economía argentina se desarrolla en la informalidad. Por otra parte, la simplificación tributaria no solo implica un menor esfuerzo administrativo para los contribuyentes sino, también, la posibilidad para el Fisco de enfocar sus esfuerzos de fiscalización sobre menos tributos y los contribuyentes informales. Este cambio de paradigma (buscar a los contribuyentes que se encuentran en la informalidad) permitiría el ingreso al sistema de un segmento de contribuyentes que aliviaría la carga fiscal del resto e, indirectamente, produciría una mejor ecuación de productividad de los productos y servicios locales. Por último, se lograría que el sector privado no compita deslealmente entre sí, nivelando el campo de juego en los distintos sectores de la economía.
Con políticas tributarias enfocadas en el universo informal de la economía, se podría eliminar el lastre tributario soportado por unos pocos en la economía. No hay ideología en esto sino simplemente mirar el problema tributario con otro prisma.
Sin dudas, es más eficiente y productivo aumentar la recaudación genuinamente buscando a aquellos contribuyentes que trabajan en la informalidad que utilizar la inflación como palanca tributaria o, lo que es aún más difícil, acudir a tributos ad hoc sobre el mismo sector formal de la economía.