La irrupción de una pandemia histórica, la explosión de una guerra en el corazón de Europa, la fragmentación de los bloques comerciales, el despliegue del Plan de Recuperación, la orientación de la política monetaria y fiscal, junto con las megatendencias de la transformación digital y la transición ecológica, han marcado buena parte de realidad económica que hemos vivido estos últimos años.
La reconfiguración de la agenda geoestratégica y de seguridad seguirá marcando la agenda internacional en 2024. Las nuevas potencialidades de la Inteligencia Artificial Generativa y la capacidad de inversión en nuestra transición energética determinarán la frontera de nuestra transformación económica. La gestión del envejecimiento y del impacto social de las transformaciones en curso será determinante para nuestro nivel de cohesión social. La configuración del nuevo Parlamento Europeo y el juego de alianzas en una Cortes renovadas con creciente fragmentación parlamentaria determinará la orientación de la regulación. Y el cambio de tendencia de la inflación y los tipos de interés, el comienzo de una fase de consolidación presupuestaria y la llegada efectiva de los fondos NextGenerationEU marcará la coyuntura económica nacional.
Por lo que respecta a la geoestrategia, en nuestro mundo multipolar más peligroso e impredecible, las relaciones comerciales se están convirtiendo en una parte esencial de la política de seguridad. La economía no puede separarse de la geopolítica. La nueva etapa en la que ha entrado el comercio mundial (slowbalization) y el auge del nacionalismo económico (homeland economics), unido a las crecientes tensiones entre EEUU y China, suponen importantes transformaciones en la configuración de las cadenas de valor, en las decisiones y destino de las inversiones y, por lo tanto, en la materialización de la globalización con relevantes consecuencias económicas, políticas y sociales.
En nuestro entorno más cercano, en 2024 la UE pretenderá reforzar su papel como actor geopolítico, recalibrando su brújula estratégica, profundizando sus lazos con los países de América Latina y el Caribe (ALC) y África. Todo ello en un contexto de cambio político en la Unión, con las elecciones al Parlamento Europeo en primavera, en las que se prevé un incremento en el peso de las fuerzas euroescépticas pudiendo ello afectar al sentido de importantes políticas como el Pacto Verde, el apoyo a Ucrania o la agenda de la autonomía estratégica abierta.
Todo ello en un contexto en el que operan otras grandes megatendencias, como la transformación digital, la transición energética o el envejecimiento demográfico.
En materia de transformación digital, el más reciente exponente de las oportunidades lo tenemos en la Inteligencia Artificial Generativa, que podría permitir un crecimiento de la productividad laboral de entre 0,1 y 0,6 por ciento anual hasta 2040, dependiendo de la tasa de adopción de tecnología y la redistribución del tiempo de los trabajadores hacia otras actividades. Combinando la IA Generativa con todas las demás tecnologías, la automatización del trabajo podría añadir entre 0,2 y 3,3 puntos porcentuales anuales al crecimiento de la productividad. Ello, unido al resto de potencialidades de la digitalización, que se podrán materializar plenamente si establecemos los incentivos adecuados a la inversión y conseguimos una transición socialmente equilibrada. Una nueva era, que al igual que otras grandes olas de innovación, exigirá consensos y la creación de un marco adecuado a nivel global y a nivel nacional para minimizar las incertidumbres y sus fallos de mercado.
La transición energética también supone una oportunidad extraordinaria para nuestro avance económico y social. En España estamos en condiciones de disponer de la electricidad y el hidrógeno más barato de Europa, y de producir biometano para descarbonizar una parte relevante de nuestro consumo de gas. Tenemos el mejor recurso solar de Europa, un excelente potencial eólico, podemos ser líderes en producción de biomasa y disponemos del terreno suficiente para aprovechar todo este recurso renovable de forma compatible con la preservación del medioambiente. Avanzaremos en 2024 en esa dirección si nos consolidamos como destino atractivo para la inversión en el sector energético y seguimos profundizando en las reformas para conseguir aprovechar la oportunidad que se nos presenta.
Las economías desarrolladas, y España en particular, deberán seguir haciendo frente en 2024 al desafío del envejecimiento demográfico. En nuestro país, este desafío será mucho más intenso que en otros países porque tenemos una mayor esperanza de vida, una de las tasas de fecundidad más bajas de los países desarrollados, con 1,19 hijos por mujer en edad fértil, y el proceso de envejecimiento avanza en España con cierto retraso respecto a otros estados industrializados. De cómo seamos capaces de activar y retener el talento senior, incorporar ágilmente a los jóvenes al mercado laboral y atraer trabajadores extranjeros, dependerá buena parte del sostenimiento de nuestro mercado laboral, al tiempo que materializamos las oportunidades que supone la llamada silver economy.
Más allá de las megatendencias estructurales, en el terreno de la coyuntura económica, tras un 2023 en el que la resiliencia de la economía global ha sorprendido al alza, 2024 se presenta como un año de inflexión, ya que tanto EEUU como la eurozona registrarán un menor ritmo de crecimiento afectado por sus retos internos, el menor dinamismo de China y la ralentización del comercio mundial. El endurecimiento de las condiciones financieras, en un contexto en el que probablemente el BCE y la FED realizarán la primera rebaja del coste del dinero a partir de junio, seguirá permeando sobre la economía real a través de una mayor moderación del consumo y de la inversión, el repunte de la morosidad, la ralentización de los beneficios empresariales y el menor dinamismo del mercado laboral, entre otros factores.
En el caso de la eurozona, sus perspectivas seguirán fuertemente condicionadas a la capacidad de Alemania de superar su crisis industrial, la creciente debilidad de su sector de la construcción y sus incertidumbres presupuestarias, pero también al impacto de la reintroducción de las reglas fiscales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento ante los riesgos presupuestarios que presentan Italia, Francia o España.
En este escenario, la economía española destaca por el lado positivo en todos los indicadores relevantes a corto plazo: el crecimiento se mantendrá claramente por encima de la media europea en 2024 (en torno al 1,5%) y seguiremos creando empleos a pesar del duro tensionamiento alcanzado por la política monetaria. El desempleo se acercará al 11% y la inflación se mantendrá en el entorno del 3,5%, con efectos de segunda ronda ya fuera de la ecuación.
El dinamismo del mercado laboral, que sigue sorprendiendo por el lado positivo, los fondos Next Generation EU, que comienzan a hacerse notar y que se espera que en 2024 se transfieran 25.600 millones de euros más, y un sector exterior fuerte, con un turismo que ya ha superado los niveles prepandemia son las grandes fortalezas con las que contamos para 2024. Frente a ello, la limitada inversión –tanto pública como privada–, la consolidación presupuestaria que exigirán las nuevas reglas fiscales, y la inestabilidad y agenda política suponen debilidades y desafíos que debemos abordar como país, al tiempo que corregimos con reformas estructurales la pérdida de convergencia en renta per cápita con la UE que experimentamos desde la crisis financiera.
Todo un reto para una economía con un tejido productivo que en 2024 seguirá centrando sus estrategias empresariales en digitalizar sus procesos, muy especialmente a través de los extraordinarios avances de la Inteligencia Artificial Generativa, avanzar en la innovación de sus productos y servicios, evolucionar sus modelos de negocio, controlar sus costes energéticos, financieros y laborales, retener y atraer el talento y reforzar su digitalización, garantizar sus cadenas de suministro y logística impulsando la autonomía estratégica de nuestro tejido productivo, hacer frente a las ciberamenazas, al tiempo que aumentar su creciente compromiso empresarial con la sostenibilidad medioambiental y social. Grandes desafíos para el liderazgo empresarial.
Desafíos comunes que deberá afrontar todo el tejido productivo, a los que se suman otros dependiendo de sus respectivas prioridades sectoriales; abordar el freno al consumo y cambio de tendencias en el sector retail, las potencialidades de la inteligencia artificial en el sector de la moda, la innovación en la operatividad fiscal y financiera en el sector bancario, el acceso a mano de obra y la sostenibilidad y transformación digital del sector de la construcción, la autonomía estratégica y la descarbonización en el sector industrial, el impulso de la movilidad eléctrica en el sector de la automoción, la sostenibilidad del sistema de salud, la modernización y diversificación del sector del turismo, el aumento de especialización en los servicios profesionales, la mejora de la eficacia y eficiencia de las Administraciones Públicas, la innovación y emprendimiento en la empresa familiar, etc.
Como hemos comentado ya en anteriores ediciones de este anuario inmersas en este complejo período de policrisis, son precisamente estos contextos de incertidumbre tiempos de oportunidad donde se consolidan proyectos de éxito entre aquellas empresas que sean más eficientes y den una respuesta más acertada en su transformación a la nueva realidad.
No nos vamos a equivocar diciendo que 2024 será un año plagado de desafíos. Por eso merece la pena recordar las palabras del filósofo andaluz Séneca: “no hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”. Pues eso. Manos a la obra para vivir la oportunidad que se nos presenta.
Publicado en Expansión