El COVID-19 ha supuesto un shock de demanda sin precedentes en el sector turístico, tradicionalmente el motor de la economía española.
El turismo ha sido tradicionalmente el motor de la economía española. Es un sector extenso y diversificado. Tanto el turismo de sol y playa como el turismo de negocio y urbano son considerados de los más competitivos e innovadores del mundo.
Descarga aquí el informe "El Día Después: Impacto del COVID-19 en el sector del Turismo"
Por el lado de la oferta, la cadena de valor también es amplia y engloba múltiples subsectores: las Administraciones Públicas en su rol de promoción y desarrollo del turismo nacional y local, y el sector de la distribución de producto turístico a través de agencias de viaje y touroperadores. También contamos con el sector de transporte en sus diferentes modos, diferenciando entre operación del transporte y gestión de la infraestructura, así como el sector de la hospitalidad y el del ocio y la restauración.
En 2019 la contribución de todos estos sectores representó el 15% del PIB español, generando riqueza por unos 180.000 millones de euros, siendo el 60% procedente del turismo extranjero y el 40% del doméstico. Las previsiones de la temporada pre-Covid19 apuntaban a que el sector iba a continuar con su senda de crecimiento por séptimo año consecutivo. Por el lado del empleo, generó 3 millones de empleos directos y 2 millones indirectos.
España atrajo el año pasado a 84 millones de turistas, de los cuales 40 millones procedían de países cercanos como Francia, Portugal, Alemania, Países Bajos e Italia, donde la pandemia se encuentra bajo control, y unos 18 millones del Reino Unido. Del total de visitantes, 53 millones nos visitaron entre el segundo y el tercer trimestre, lo que no sería descabellado decir que en la presente temporada habrán dejado de venir unos 20 millones de turistas por el periodo de confinamiento.
De acuerdo con una encuesta realizada en España por EY-Parthenon, nuestra división de consultoría estratégica, sobre cambios de hábito de consumo en el contexto de la pandemia, un 50% de los españoles considera que no va a viajar este año por turismo, mientras que un 41% lo hará en España y un 9%, en el extranjero. Igualmente, de los que van a viajar, un 43% considera que va a gastar menos en turismo, un 37% igual y un 20% más que antes.
El COVID-19 ha supuesto un shock de demanda sin precedentes. El parón de la actividad ha pillado a las empresas del sector con un dimensionamiento muy elevado al esperar una campaña superior a la del año pasado. Estas empresas se caracterizan por una alta rotación de sus activos basada en precios competitivos con elevadas ratios de capacidad u ocupación. En este sentido, la caída de renta disponible derivada de esta crisis y las medidas sanitarias o de distanciamiento social que tendrán que adoptar los operadores para llevar a cabo su actividad durante la pandemia pueden tener un impacto importante en la ocupación y en consecuencia en su rentabilidad. Ocupaciones inferiores al 70% en aerolíneas o al 60% en cadenas hoteleras hacen que la operación no sea rentable. Para sobrevivir, de momento, las compañías del sector están obteniendo líneas de financiación con las que hacer frente a sus costes fijos ante la total caída de su actividad y acogiéndose a ERTES para flexibilizar sus costes laborales.
Recientemente, la Unión Europea ha destacado la importancia del turismo en la economía y se ha marcado como objetivo prioritario su recuperación en esta próxima campaña estival. El anuncio del Ejecutivo español relativo al inicio de la actividad turística en julio es un soplo de aire fresco para el sector, aumentando de forma considerable el volumen de reservas para esta temporada de verano.
No obstante, desde nuestro punto de vista deberían considerarse tanto acciones para activar la demanda como para garantizar la operación por parte de las empresas del sector. En cuanto a la demanda, lo más importante será generar confianza mediante la coordinación de medidas, políticas y mensajes en todos los Estados miembros.
Cobra especial importancia la definición de medidas sanitarias a adoptar por los distintos operadores, donde partiendo de la premisa de seguridad y salud para los turistas éstas deberían ajustarse exclusivamente a las recomendaciones de los expertos. Las medidas deberían ser comunes para todos los Estados miembros, minimizando en la medida de lo posible el impacto en la rentabilidad de los operadores y en la experiencia del cliente.
Igualmente, reactivar la promoción de la marca España como turismo seguro, resaltando la calidad de nuestro sistema sanitario, siempre reconocido como uno de los mejores del mundo. Es importante que el turista extranjero entienda que tanto en el desplazamiento como en su estancia en España su seguridad va a ser una prioridad.
También es importante llegar a acuerdos de apertura de fronteras para el libre tránsito de ciudadanos de la comunidad europea, empezando por aquellos países donde la pandemia parece estar controlada, al igual que en España.
La movilización de los turistas españoles que no tienen pensado viajar va a ser fundamental, mediante incentivos directos o indirectos al consumo turístico similares a los que llevan a cabo países como Francia e Italia. La reducción temporal en el impuesto de hidrocarburos ante el volumen elevado de desplazamientos en coche también podría ayudar, ya que el año pasado 13 millones de turistas extranjeros se desplazaron en automóvil y el 81% de los desplazamientos realizados por españoles fue con este transporte.
Desde el punto de vista de la oferta, la prioridad será garantizar la operación de las empresas del sector en términos de seguridad, calidad y, por su supuesto, rentabilidad; por lo que serán imprescindibles medidas que faciliten la liquidez y flexibilidad de las empresas del sector para evitar que cesen sus operaciones ante los bajos niveles de ocupación esperados.
En este sentido, la extensión de los ERTES más allá del estado de alarma, líneas de créditos y avales, mayor flexibilidad laboral, estímulos fiscales (reducción temporal de tasas de infraestructuras de transporte o exenciones en impuestos…) u otros estímulos económicos orientados al lanzamiento de programas de renovación/modernización de destinos enfocados a la sostenibilidad, digitalización o descarbonización serían bien recibidos.
En definitiva, se trata de redoblar esfuerzos entre todos los agentes implicados, tanto de carácter público como privado, para evitar que los impactos coyunturales del COVID-19 se transformen en estructurales. Todavía estamos a tiempo.
Publicado en la revista Turismo de elEconomista.