En la última década, el transporte urbano se ha transformado en movilidad.
Hasta hace relativamente poco tiempo, las grandes ciudades estaban dominadas por los coches particulares y el transporte público. Sin embargo, la aparición de bicicletas y otros vehículos de alquiler, y el uso de nuevas tecnologías combinadas con nuevos modelos de negocio derivados de la economía colaborativa, iniciaron una revolución, dando comienzo a la transformación del transporte urbano en movilidad urbana.
El crecimiento de propuestas novedosas para desplazarse dentro de las ciudades y su adopción por parte de la ciudadanía fueron fulgurantes. Los crecimientos anuales de tres cifras han sido seguidos de masivas inversiones por parte de fondos de Capital Riesgo, multinacionales con intereses en el desarrollo de las Smart Cities, y de forma más tímida, por los fabricantes de coches.
Este fenómeno se vio alimentado por macrotendencias como la migración hacia las grandes urbes (y las restricciones de fluidez de los movimientos que esto conlleva), el empuje de una Agenda Verde, el crecimiento del turismo urbano y la expectativa de una excelente experiencia de usuario.
El Covid-19 acelerará cambios en nuestros hábitos que se trasladarán a las necesidades de movilidad
A los efectos de las macrotendencias anteriores hemos de añadir los que tendrá la pandemia provocada por el Covid-19. Un primer análisis parece indicar que se acelerarán algunos de los cambios anteriores para hacernos converger con las realidades de otras economías más avanzadas.
Según nuestro punto de vista, los dos fenómenos que más rápido se desarrollarán en nuestras comunidades son la centralización de las actividades en el hogar y la mayor sensibilidad hacia el cuidado del medioambiente y de las personas.
El imparable auge del home-everything
Los meses de confinamiento han desencadenado la aceleración de una tendencia ya existente en otras economías: la centralización de la vida alrededor del hogar. En España, este cambio se está dando a través de tres ejes de transformación que se están desarrollando en paralelo y con una intensidad que sugiere un carácter perenne. Estos cambios reconfigurarán las rutinas de millones de personas, que tendrán que buscar nuevas formas de movilidad que se adecúen a sus nuevas necesidades.
- La adopción del teletrabajo: antes de la crisis, sólo un 3-5% de la población trabajaba en remoto alguna vez. Este número se ha disparado y ahora existen millones de teletrabajadores que evangelizan sus virtudes. Las grandes organizaciones también parecen convencidas de los mismo. La implantación del trabajo remoto, bienvenido por tres de cada cuatro trabajadores, podría provocar una descentralización de la actividad de las ciudades. El traslado de la actividad a los barrios más residenciales se traducirá en una menor frecuencia y distancia de los desplazamientos. Esto favorece a las soluciones de micro-movilidad en el propio barrio. Observaremos también que el transporte público deberá ser redimensionado para reflejar los menores flujos hacia centros de negocio y una mayor imprevisibilidad de su uso. La disminución de los traslados individuales a esos mismos centros de negocio favorecerá el uso de vehículos compartidos, a pesar de que, a corto plazo, el miedo al contagio pueda impulsar el uso del coche particular.
- El incremento de las compras digitales: el confinamiento ha dado un empujón a las compras digitales, que han crecido incorporando dos factores clave: los productos de alimentación y los segmentos de población mayor. Estas dos bolsas de consumo y consumidores representan el potencial de duplicar o triplicar el actual tamaño del mercado, a lo que hay que sumar el incremento de los pedidos a domicilio a través de redes de riders que entregan rápidamente una infinidad de productos desde la comida a domicilio hasta medicinas. La combinación de crecimiento del comercio digital, las restricciones de vehículos impulsados por motores de combustión interna y las expectativas de los consumidores, debería provocar un incremento de las soluciones de logística de última milla, así como una disminución de los desplazamientos en vehículo propio.
- El traslado del ocio de los espacios públicos a los hogares: la ausencia de una vacuna y la necesidad del distanciamiento social está provocando un incremento de la socialización en el hogar en detrimento de la hostelería, como pasa en muchos de Países Occidentales. El miedo de la población a las congregaciones, las facilidades para consumir entretenimiento de calidad y la fragilidad esperada de la economía podría trasladar parte del ocio de la calle al hogar. Este fenómeno intensificará la descentralización de la actividad en las ciudades. En este caso concentrando el cambio en las franjas de ocio.
Redescubriendo la importancia del cuidado del entorno y de las personas
Desde un ángulo social, la población se ha concienciado de los peligros a los que estamos expuestos como grupo, y es previsible que se acentúe el interés por la implantación de la Agenda Verde. Pero también de la necesidad de cuidar la salud de la ciudadanía y trasladar experiencias con menos fricción para los usuarios.
La descarbonización de la economía se inició con la descarbonización de la producción de energía, y continuará de manera irreversible con la movilidad. Los gobiernos continuarán empujando la Agenda Verde a pesar de la debilidad de la economía. El miedo a una catástrofe climática no dejará alternativa.
En muchas de las principales ciudades, se está restringiendo de manera agresiva la presencia de vehículos privados, especialmente aquellos con motores de combustión interna. Esto provocará, combinado con los efectos anteriormente descritos, un descenso de las ventas de estos vehículos. A la vez, las ventas de vehículos eléctricos no compensarán las anteriores debido a: la falta de adecuación de las infraestructuras de recarga; la ausencia de voluntad política y empresarial para la creación de los ecosistemas necesarios para masificar su atractivo comercial; la dificultad de los fabricantes para comercializar vehículos eléctricos competitivos.
Lo que sí es previsible, es el aumento de la utilización de vehículos eléctricos compartidos o con conductor debido a su coste variable, falta de recarga y mantenimiento, acceso a los centros urbanos y obtención de facturas para desgravar gastos.
El futuro de la movilidad urbana requiere una coordinación digital y de una regulación municipal
Como hemos apuntado hasta ahora, estos cambios favorecerán la micromovilidad y los modelos que eviten la necesidad de inversiones o gastos recurrentes (seguros, mantenimiento, garaje, etc.), como pueden ser los vehículos compartidos. Además, las administraciones públicas se verán obligadas a rediseñar su oferta de movilidad, haciéndola más ágil, flexible, asequible y satisfaciendo la sensación de seguridad en su utilización. Esto último se deberá extender a todos los operadores de movilidad, lo cual empujará a regular el sector.
La flexibilidad de los medios de transporte y la coordinación con la infraestructura urbana será clave para favorecer la adaptación de los usuarios a las nuevas circunstancias. El futuro de la movilidad requerirá una coordinación digital y una regulación local que incentive el desarrollo de soluciones adecuadas para cada municipalidad.
Por lo tanto, este modelo menos individualista de movilidad urbana requerirá de un gobierno, de una regulación y de una coordinación. Hemos visto cómo en ciudades como Londres, las iniciativas aisladas y descoordinadas para mejorar la fluidez de la movilidad han traído efectos contrarios. Mientras, en el otro extremo, ciudades como Helsinki, el rol regulador de la administración pública ha dado lugar a modelos de oferta de soluciones de movilidad sincronizadas y gestión de las transacciones de los diferentes medios de transporte. Con esto han logrado, a través de la potenciación de las plataformas de movilidad como servicio (MaaS), un sistema donde la movilidad sin fricción ya no es una aspiración de los consumidores, sino una expectativa.