La construcción de una economía global sostenible debe ser un esfuerzo de colaboración. Los ciudadanos, los gobiernos, los reguladores y el sector privado tienen que contribuir. Puedo decir con confianza que las empresas están dispuestas a desempeñar su papel. En el último año, las grandes empresas han reforzado su compromiso con la empresa y han hecho progresos tangibles para convertir sus promesas en acciones.
En la COP26, la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático celebrada el pasado mes de noviembre en Escocia, se creó una nueva organización, el Consejo Internacional de Normas de Sostenibilidad (ISSB), al que se le encomendó la tarea de elaborar normas comunes de información sobre sostenibilidad. El objetivo es contar con un conjunto de normas unificadas tan rigurosas como las que rigen la información financiera.
Es posible que la importancia de este acontecimiento no se haya apreciado del todo en su momento. Los informes no son un tema que atraiga mucha atención. En este caso, debería. La creación de estas normas de información será fundamental para avanzar, especialmente en lo que respecta al cambio climático. Las empresas y sus inversores deben comprender los riesgos a los que se enfrentan — tanto los riesgos físicos de las inundaciones y las tormentas — como los riesgos de transición que conllevará el paso a un mundo con emisiones cero neto de carbono. Tienen que ser capaces de medir esos riesgos, y los inversores tienen que ser capaces de ver cómo las empresas se comparan entre sí, tanto dentro de las industrias como entre ellas.
Con esta información en la mano, las empresas pueden desarrollar estrategias que mitiguen los riesgos y aprovechen las oportunidades. Este último punto se pierde a menudo en la conversación sobre el cambio climático, pero es vital. Las empresas inteligentes se darán cuenta de que se pueden crear nuevas líneas de negocio que, al mismo tiempo, generen riqueza para los accionistas y contribuyan a un mundo más ecológico. Es posible que surjan nuevas industrias a medida que el sector privado aporte su dinero y su talento a la transición energética.
Pero nada de eso será posible sin el lenguaje común que introducirán las nuevas normas. Para ver por qué sólo hay que mirar la experiencia del pasado reciente. Las empresas han revelado más voluntariamente, pero la información no siempre ha sido útil. Las empresas han podido elegir entre una serie de normas de divulgación y han podido interpretarlas de diversas maneras. El resultado ha sido un embrollo que no satisface a nadie. La Encuesta sobre Información Corporativa 2021 (pdf) y Encuesta Global de Inversores Institucionales de EY (pdf) muestran que tanto las empresas como los inversores están frustrados por la situación actual. Las mismas encuestas dejan claro que ambos grupos están a favor de que las normas ESG vuelvan a ser coherentes y obligatorias, al igual que el marco que cubre la información financiera.
La adopción de esas normas de nueva generación puede no estar muy lejos. En marzo, la ISSB publicó dos propuestas de requisitos de divulgación, una para la sostenibilidad general y otra para el cambio climático. Los electores dispondrán de varios meses para dar su opinión. El ISSB tiene previsto revisar los comentarios y publicar las normas definitivas a finales de año.
Los rápidos avances son bienvenidos y muy necesarios. En un informe publicado en febrero, un grupo de expertos en cambio climático convocado por la ONU advirtió que la mitad de la población mundial ya es vulnerable a los impactos climáticos cada vez más peligrosos. Si no se toman medidas rápidas para limitar el calentamiento global, el grupo de expertos dijo que el mundo puede esperar más tormentas mortales, olas de calor más intensas, aumento de los mares y más tensiones en los cultivos.
La transición energética necesaria para limitar el calentamiento global se producirá probablemente a lo largo de décadas y es imposible prever cuál será el ritmo. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha centrado temporalmente la atención en el suministro y los precios de los combustibles fósiles. Es difícil predecir si esto será un impedimento o un estímulo para las tecnologías más ecológicas.